¡Se acerca nuestro cumpleaños !

Compartimos la carta de Rosa, » A la memoria de Paco»

A la memoria de Paco

Ya conocía ese grupo de entusiastas que forman el Colegio Francisco Espínola.

Nos visitaron en Shangrilá varias veces, fuimos personalmente para el cumpleaños del año pasado.
Siempre nos resultaron gente hermosa, gustosa de la lectura. La gente chica y la grande, los docentes y los alumnos.

Recibí una llamada de Beatriz una maestra que además es colaboradora de TuBiblioteca.
Me invitaba a participar de un café literario que organizaban en conjunto 1ero. y 5to. Año.
Cuando estaba por decirle que no, ella empezó a contarme todo lo que programaban incluyendo la representación de dos versiones de Caperucita inspiradas en lecturas nuestras.
Inmediatamente cambié mi postura indeclinable y dije.
SI SI VOY!!!

Me comuniqué de inmediato con mi cómplice, la Srta. Blanca Nuñez de Feroz.
Solicité libros de Caperucita y la elaboración de marcadores con el poema de Bornemann
Como siempre aceptó.
Nunca se si es por buena y diligente, porque es su misión en la vida o porque teme una reacción adversa de mi parte, pero siempre comparte mis locuras, aventuras y delirios.

Si no tienen una cómplice, es muy bueno para la salud, consigan una. La mía no la presto.
El fin de semana antes de la fecha indicada (16 de setiembre) separé libros, planifiqué que contar, afiné mi elefante. Es que me pareció muy adecuado contar con Victor, que ocupa mucho espacio, pero en mi corazón.
El martes fui a la peluquería porque pa estas cinrcunstancias es muy bueno estar presentable.
Es que mi estado era muy similar al de la bruja Cachabacha.
Luego pasé por la guarida de Débora a buscar marcadores y libros que faltaban.

Al llegar a casa, armé bolso, mochila, guardé cámara de fotos y títeres.
El miércoles me levanté con tiempo, desayuné, tomé unos mates, me bañé, vestí y hasta me maquillé.
Con toda la carga que hacia falta, tome el C1. 20 minutos y estaba en destino.

Me doy cuenta que el Espínola es de los lugares más accesibles para mi persona,
superado únicamente por el CAIF los Colibríes que me queda a dos cuadras de casa.

En realidad el IFD de la Costa me queda más cerca también, pero debo

caminar un par de cuadras más y cruzar ruta….y fui tan cargada todas las
veces que se me hacia más largo el trayecto, pero para no pecar de mentirosa,
reconozco que el IFD es próximo a mi domicilio.
9.30 estaba ingresando al colegio. En el patio unos tambores eran templados.
Voy derechito al gimnasio.
Mientras voy entrando, los niños me recibían a los gritos: Rosa, Rosa,

Me daban besos!

Me hizo recordar cuando iba a la escuela 218 y los niños me recibían así y
decían “qué bueno hoy hay cuentos”
El gimnasio estaba ordenadito con escenografía, proyector, micrófonos,
padres, abuelos, madres, vecinos. Hasta mesas con manjares para compartir:
comestibles y legibles.

Sí había mesas con libros y mesas con sustancias nutritivas de alto contenido calórico.
Una delicia.
Incluso tenían carteles con los derechos del lector.

Se representaron Juguemos en el Bosque (1er. Año) y una versión de Caperucita contada por Lobo (5to año)
Juguemos en el Bosque, es uno de los libros más exitosos de nuestra colección y este fue el resultado de las lecturas compartidas.

Los niños en ronda cantaban el estribillo y el lobo desde una casita iba respondiendo
respetando el texto del libro.

Cada respuesta la daba un lobo diferente el último era una niña. Así que la participación fue muy amplia
La versión que presentó quinto año, fue narrada desde el comienzo por el Lobo.
Una caperucita de trenzas largas y castañas, con pecas pintadas y un vestido muy bonito, un lobo muy feroz y hasta un árbol con cara de niño (me acordé de

Emiliano que siempre hacía de árbol) El leñador de camisa leñandora, obviamente y con un hacha.
La casita…todo muy producido y con actuaciones geniales.
Incluía una narradora que iba mechando en las acciones.
El único tropiezo fue cuando el lobo se tuvo que vestir con ropa de abuelita y quedó atrapado en el vestido.

Pero gracias a los auxiliares de vestuario se pudo subsanar.
El final, fue el lobo señalando que no crean esas historias que contó una niña irresponsable y mal vestida.
Una maestra acompañada por el profe de música cantó Si te quiero…de Benedetti.

Lo hizo tan bien que hasta me gustó. Los niños cantaron un poema de Guillén y Natalia (la maestra que canta tan lindo) recitó un poema de….puf
un uruguayo que ni recuerdo el nombre.

Todo no puedo recordar entiendan mi problema de calendario!
Una abuela, que se llama Rosa! Leyó un cuento de su autoría.
Luego tocaron los tambores el director del Liceo con su hija y un alumno liceal.
Un padre bailó y se sumaron niños, una maestra y una mamá.

Al final, conté Un elefante de Borneman.
Es un cuento que me sale bastante bien, pero cuando el ambiente es propicio….
Victor se deleita y nos hace sentirnos más grandes que él.
Para terminar, se pusieron las mesas cargadas de libros a las que agregué nuestras caperucitas.

Padres y niños se acercaron y se leyeron: solos, de a muchos, de a dos.
Como les gustara y lo que les gustara.

Algunos invitaban con alimentos que llevaban en bandejas, otros nos susurraban haikus.

Me senté en varias mesas. Me pedían que les leyera.

Comenté con algunos padres sobre versiones de Caperucita.
A una pareja que me comento tiene un niño en 1ero y un chiquito de dos años (que se hacía notar) les lei Pescetti y nos reimos mucho.
Les entusiasmo Cuentos silenciosos pero eso a casi todos, que se lo pasaban, se lo mostraban.
Una madre entusiasmada leía La vaca que hacía caca y me contaba que Una tarde de
verano…lo tiene que leer todas las noches a sus mellizas. Ella misma trajo los
dos libros y se los leía a otros niños. Un placer escuchar su lectura.

Siempre decimos el papel fundamental de los padres en la construcción del camino lector.
Acá tengo un ejemplo claro. Si sumamos colaboración de padres con maestros: excelencia total.

Un grupo de niños de 1er año, me rodeó y leimos nuevamente Juguemos en el
bosque y les ofrecí leer Por qué? Como dice Débora: el mejor, el más
divertido, se rieron a más no poder.

Cuando quedaban pocos, me senté con un grupo de niñas muy lectoras.
Cada una leía algo. Pero una de ellas estaba muy atenta, me pidió el de Innocenti, lo
degustó con mucha atención, hizo muchas observaciones y le indicó a sus
compañeras que lo lean: “está muy genial”

 

Tercer campamento pedagógico docente